lunes, 5 de julio de 2010

Almuerzo del domingo

El día de ayer pude ser testigo de algo muy imprevisto. Fuimos a almorzar a un lugar de comida rápida y esperando en una mesa me llamo la atención una mujer delante mio.

No se que fue lo que me llamo mas la atención: si como jugaba con sus anteojos sobre un periódico del día o como movía su cabeza suavemente al ritmo de una música que ni preciso cual era. Pero había algo en su movimiento: una libertad diferente, como si estuviera conectada con el poder creativo de Dios. Eran esos momentos que son dificiles de precisar pero que los recordaría para siempre.

Ella estaba de espaldas a mi, y sin embargo el vaivén de ese ritmo continuaba y de pronto lo entendí. En frente de ella estaba una viejita como de 80 años: su cara toda arrugadita, quemada por el sol sosteniendo una caja con paños de cocina para vender y unas flores pequeñitas.Observo que la viejita se sienta y espera apenas levantando su cabeza, como si se avergonzara de algo. La muchacha de los anteojos, se levanta y le trae una bandeja de comida: una sopa, un refresco y unas galletas de soda. La viejita, le agradece timidamente y poco a poco se lleva la cuchara a su boca, muy poco a poco, como para que le durara para toda la vida.

La muchacha sigue libre tarareando una canción, se levanta y se va...

Y lo entendí: lo que pude sentir era la fuerza mas grande del universo: el Amor de Dios. Le di gracias a El que por un minuto entendí todo lo que se necesita entender aquí mientras estamos de paso.

Tenemos que dar, no hay otra, tenemos que amar , así vamos a la segura. Pero que el amor se expresa con acciones libres, con naturalidad y sin aviso publicitario.

Nadie sabe en que momento Dios te habla... solo hay que afinar nuestros oídos cada día

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