domingo, 7 de noviembre de 2010

El fajo de billetes y el Cantar de los Cantares

Ayer casi nos volvemos locos (mucho mas locos para casi todo el mundo eclesial) buscando un fajo de billetes que ocupabamos para pagar unos recibos . Es increíble como de un momento a otro casi frente a nuestros ojos de un momento a otro desapareció... Y por supuesto los reclamos de rigor: vos lo agarraste!, no fuiste vos, no yo me levanté y seguro lo ordenaste, no que no fui yo... Y empezó la búsqueda: debajo de la mesa, entre los libros, gavetas, ropa, carteras, y hasta la basura. Todo muy bien revisado sin ningún fruto aparente. Al rato, de nuevo la búsqueda: en los mismos lugares con otros ojos y los mismos reclamos. Una búsqueda un poco desesperada y sin querer resignarse.

Qué similitud tan grande con la parábola de la perla preciosa o la de la moneda perdida o de la oveja perdida. Una búsqueda sin resignación, casi obsesiva motivada por un amor que no se da por vencido nunca. Así es el amor de nuestro Dios.

Muchas veces hemos entendido que ese amor es un poco caprichoso y que si lo rechazamos ya perdimos "la oportunidad de oro" Y gracias a Dios que El es Dios y no nosotros. En el corazón de Dios está salvarnos y buscarnos aunque no lo busquemos. Aunque no los vea cara a cara en este momento, me imagino las cejas levantadas y un poco horrorizados ante este comentario pero quiero compartir con ustedes el texto de Isaías 65:1 que dice lo siguiente:
"Yo me dejé buscar por los que no preguntaban por mi y fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: !Aquí estoy, aquí estoy!
Y me sentí tranquila que hay alguien mas poderoso que mi preocupación en cuanto al tema de la salvación.

Tuve la oportunidad la semana pasada de asistir a unas conferencias de el Cantar de los Cantares, impartida por un doctor en Teología. Jamás me imaginaba de lo que se trataría realmente, que algún día con mas tiempo si están interesados les cuento al respecto. Pero en resumen lo que mas me impresionó era el análisis de una pareja de enamorados que se buscan incesantemente, y en esa búsqueda, durante trayectos oscuros y triste, aprenden a encontrarse y a amarse. La pareja se separa una y otra vez en el texto y la nostalgia de un nuevo encuentro predomina durante toda la narración.

Y de esa forma es nuestra historia con Dios. Lo buscamos siempre y a veces sentimos que no lo hallamos. Pero durante ese tiempo, aprendemos a que existe el amor aunque no lo sintamos tan cerca. Eso nos da crecimiento y madurez espiritual. Ya que el hecho de esperar, nos hace crecer en nuestra fe y madurar. Esa búsqueda como la de los novios en el Cantar de los los Cantares nos hace apreciar mas el encuentro. Durante el tiempo que seguimos buscando, aunque no lo percibamos como en otras épocas, nuestro amor hacia El se hace mas sólido y firme, sin impactos emocionales que se esfuman como el humo.

Definitivamente es realmente bueno buscar a Dios, y lo increíble es que tenemos su misma naturaleza ya que El nos busca sin cesar. Muy similar a la narrativa de El Cantar de los Cantares: un amor que nunca se detiene aunque a veces no se daban los encuentros al gusto de los protagonistas.. Pero la búsqueda de Dios tiene una garantía al 100%: siempre encontramos.

Después de buscar hasta las dos de la mañana, nos resignamos a no encontrar el fajo de billetes esa madrugada. Al día siguiente, al levantar el mantel en la mesa de la cocina: estaba ahí la inspiración de esta entrada: los billetes desaparecidos. Tan fácil y cómo si nunca hubieran sido motivo de tanta discusión. Muchas veces encontramos a Dios de esa manera: suavemente y sin tanto espaviento. Igual que Elías en la cueva con el silbo apacible...

Sigamos buscando y encontraremos. Dios sigue buscándonos y nos encontrará.

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